HACERNOS CARGO DE LAS EXPLICACIONES QUE DAMOS
INTRODUCCIÓN
Como ya sabes, por lo dicho en temas anteriores, los seres humanos estamos inmersos en espacios culturales llenos de creencias y supuestos sobre cómo somos nosotros mismos y el mundo con el que interactuamos. Y de esto no somos responsables. Es decir, no somos responsables por la cultura donde nacimos, la forma como nos educaron, las carencias u oportunidades que tuvimos… Sin embargo, sí somos responsables de reconocer el tipo de explicaciones que damos a tales experiencias, para luego revisarlas y cambiarlas si lo consideramos necesario.
En esta revisión podemos descubrir que algunas de esas creencias nos empoderan, pero otras nos limitan y nos restan capacidad de acción. Aquellas que nos empoderan emergen como resultado de un proceso de madurez emocional y espiritual, que no se da a la par con la madurez física y mental, porque en la familia en la escuela y en las organizaciones poco se ha hecho para estimular el desarrollo psicológico de hijos, estudiantes y colaboradores. Casi todos los líderes de las tres últimas generaciones han sido educados en la “cultura del estímulo y reacción”. Modelo que oculta la autonomía responsable. Es decir, es un modelo que inhibe la capacidad de hacer elecciones conscientes y nos hace buscar las causas de los problemas por fuera de nosotros mismos. Cuando cambiamos esta manera de observarnos, tan arraigada en el ser humano, se revelan nuevas oportunidades de aprender y se desarrolla nuestro potencial.
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Reconocer cuando las explicaciones, ante los problemas o desafíos de la vida y del trabajo, son de víctima o, por el contrario, de protagonista y de qué manera tales narrativas empobrecen o enriquecen la gestión, la capacidad de acción y el desarrollo de los equipos de trabajo.
DOS POSTURAS PARA EXPLICAR LO QUE NOS PASA
En el tema anterior se dijo que no somos responsables de lo que nos pasa, pero sí de cómo responder a eso que nos sucede. La conveniencia o no de tales respuestas depende mucho del tipo de explicación que damos a lo que nos acontece, especialmente cuando lo que nos pasa no coincide con lo que queremos que pase.
La manera como cada uno se relaciona con los acontecimientos o la realidad conlleva una explicación. Tales explicaciones, como recordarás, son el resultado de articular lo que observas en una narrativa que tenga sentido para ti. Dicha narrativa es moldeada por tus modelos mentales y con base en ella sacas conclusiones y emprendes acciones. Por lo tanto, lo que concluyes no remite en ningún caso a una verdad.
Sin embargo, aunque las explicaciones que damos a los hechos no representen “la verdad” no significa que no tengan importancia. Por el contrario, dichas narrativas resultan decisivas a la hora de transitar por los senderos de la efectividad, la productividad, la salud, la satisfacción y el bienestar.
Entonces ¿si las explicaciones no son verdades “objetivas” como hacemos para preferir unas y descartar otras?
Si bien los criterios para elegir entre diferentes interpretaciones o explicaciones ya se habían tocado en uno de los temas del módulo anterior, en términos de lo que nos resulta más poderoso para la acción, aquí se abordarán en relación con la postura que asumimos cuando estas se construyen. Es decir, si tales explicaciones las damos desde la posición de víctima o desde la posición de protagonista.
En este sentido se ha descubierto que existen dos grandes intenciones o posturas que mueven a las personas de forma diferente en el momento de articular sus explicaciones sobre lo que les pasa.
A continuación se explican estas dos posturas, acompañadas del tipo de explicaciones o narrativas que las acompañan.
LAS EXPLICACIONES TRANQUILIZANTES
Los seres humanos tenemos la tendencia a buscar por fuera de nosotros mismos las causas de los problemas que nos afectan. Buscamos culpables para tranquilizarnos y liberarnos de la tensión que supone aceptar nuestra responsabilidad. Y al culpar a otros, estamos declarando nuestra inocencia y, en ese caso, “no hay nada que yo pueda hacer”. Son tranquilizadoras porque en ellas me declaro inocente y culpo al sistema, a los otros, a la cultura, al tiempo… siempre habrá un otro (persona, cosa, suceso) donde se encuentran las causas de lo que me sucede.
Las explicaciones tranquilizantes son tan populares porque alivian la culpa y el estrés, y ahorran el trabajo de tener que hacer algo al respecto. Son características de quienes quieren eximirse de toda responsabilidad y lo único que hacen es quejarse o culpar. Quienes operan en la cultura de la queja improductiva, las justificaciones y la necesidad de buscar culpables, en muchos casos, ocultan información como una manera de protegerse de lo que puedan pensar de ellos.
Desde esta postura ¿quién debería cambiar? ¿la ciudad que debería tener más vías? o ¿los lugares de estacionamiento? Pero resulta que sobre esta realidad no tenemos ninguna influencia y mientras esa siga siendo la explicación, es muy probable que también continúe llegando tarde a las citas.
Cuando pienso que el problema fue ocasionado por la alta dirección, el proveedor, un área en particular, una persona… entonces los que tienen que cambiar son ellos y no yo. Resulta que contamos con el poder para cambiarnos a nosotros mismos, pero no a otros. Veamos un ejemplo en la siguiente historia:
Por cómo hemos sido educados, los seres humanos, en general, tenemos la tendencia a declararnos inocentes de los problemas que nos afectan. Y nos quedamos en un círculo vicioso de culpar al otro, que oculta la responsabilidad y la capacidad de acción.
Pero ¿qué pasaría si estos personajes actuaran desde la responsabilidad, desde la postura del protagonista?
LAS EXPLICACIONES GENERATIVAS
Las explicaciones generativas son típicas de las personas capaces de asumir la responsabilidad por lo que les sucede. Estas se orientan a la acción, son movilizadoras, nos sacan de la zona de confort. Son propias de la cultura del empoderamiento, el emprendimiento, la innovación, donde somos aprendices permanentes.
Son generativas porque me hago responsable y me veo parte activa del problema o situación. Además, pongo la atención en los factores que puedo influir. Estas son las narrativas de los auténticos líderes que se atreven a modificar el curso de los acontecimientos.
Por ejemplo, frente a la misma realidad de llegar tarde a una cita, una persona que se hace responsable diría:
En relación con el ejemplo del reporte de incidentes: si Marcos se hiciera responsable diría:
En nuestra cultura predomina más la postura de la víctima que la del protagonista. Por ejemplo, es común que la gente diga: “lo que pasó fue un caso fortuito” o “un accidente lo tiene cualquiera”. Desde la infancia descubrimos que hacemos cosas “sin querer” y no nos enseñaron que antes de hacerlas teníamos la oportunidad de elegir. Así nos encontramos con expresiones tales como: el vehículo se rodó, la máquina me atrapó, el tubo explotó, la energía me cogió. Pareciera ser que estos objetos tuvieran intenciones y que la gente que los opera nada tuviera que ver con ellos.
En otros casos frente a los problemas de salud se escuchan expresiones como, por ejemplo, “yo sufro de hipertensión y diabetes. Es algo genético porque en mi familia la mayoría ha sufrido estas dolencias”. Es como si quien lo dice no tuviera la culpa de nada. También es frecuente escuchar expresiones como, por ejemplo, “yo soy así y no puedo cambiar”, o “en esta empresa eso no es posible”, “eso es muy bonito en el papel”. Pareciera ser que la manera como observamos las realidades y nos interpretamos a nosotros mismos, señalara una visión resignada de futuro e indicara un mundo de cero posibilidades de aprendizaje.
Podemos ver hacia fuera y culpar a otros, al entorno, al jefe, al sistema… –ser irresponsables– o podemos ver hacia adentro y hacernos cargo de eso que nos pasa –ser responsable-. Ambas son maneras de explicar un hecho, porque no se niega que afuera pasan cosas. Lo que interesa es si las narrativas que tenemos sobre lo que nos ocurre nos abren o nos cierran posibilidades de acción.
HERRAMIENTAS PARA LA REFLEXIÓN
Hemos visto de qué manera los paradigmas que tenemos sobre el mundo y nosotros mismos determinan las explicaciones que damos y las decisiones que tomamos. Una vez tomamos la decisión, como consecuencia de nuestra interpretación, se abre un horizonte de acciones posibles y se cierra otro, donde ciertas acciones quedan excluidas. Tal respuesta y la acción subsiguiente podría hacer la diferencia entre efectividad Vs. inefectividad, innovación Vs. rutinas, bienestar Vs. malestar, salud Vs. enfermedad.
De ahí la importancia que tiene para el líder de hoy, disponer de recursos internos para revisar sus interpretaciones o narrativas sobre las realidades que observa. En la siguiente imagen se exponen tres métodos que te ayudarán a incursionar en los aprendizajes de segundo y tercer orden.
Si estas prácticas las incorporas a tu diario vivir, podrás notar un cambio importante en tu forma de liderar y hacer mucho más amable y efectiva tu vida en general.
HABLAR EN PRIMERA PERSONA
Una forma simple de ser responsables respecto a lo que nos pasa es hablar en primera persona. Recordemos con un ejemplo de qué se trata:
Cuando yo digo: “el ajedrez es muy difícil, ¿de quién es el problema?
Si digo: Yo tengo dificultades para jugar el ajedrez, ¿de quién es el problema?
Como te darás cuenta, la primera explicación frente a la relación que tengo con el ajedrez, me cierra cualquier posibilidad de aprendizaje, porque el problema es del ajedrez y no está en mi círculo de influencia cambiar las reglas de este juego. Mientras con la segunda me declaro aprendiz y, por lo tanto, se incrementan las posibilidades de ser un buen jugador de ajedrez, si eso es lo que quiero.
A continuación se presentan varias explicaciones tranquilizadoras que son comunes en las organizaciones. Prepara papel y lápiz para escribir al frente una posible explicación desde la posición de protagonista. Es decir, hablando en primera persona. Recuerda registrar tus respuestas en la Bitacora.
En el libro Caleidoscopio del liderazgo transformacional”, encontrarás ejemplos de ambos tipos de explicaciones (capítulo 4 numeral 6. pp-180-183), que puedes usar como guía para el ejercicio.
“Según sea el tipo de explicaciones que demos, serán las acciones que emprendemos y los resultados que obtenemos”.
Rafael Echeverría
SER CONSCIENTES DE LAS EMOCIONES
Una de las razones por la que nos resulta tan difícil hacernos cargo de lo que nos pasa y hablar en primera persona, es porque no hemos desarrollado la habilidad para escucharnos a nosotros mismos y conectarnos con nuestras emociones. No somos libres de la emoción que nos aparece de cara a lo que pasa, pero sí tenemos la libertad de elegir qué hacer con esa emoción. En el ejemplo, del ajedrez, puede aparecer la emoción de la frustración y si me conecto con esta emoción será más fácil hablar de lo que a mí me pasa cuando juego el ajedrez.
Otra manera de escucharnos y responsabilizarnos por lo que nos ocurre es aprender a reconocer las intenciones que mueven nuestras acciones. El “para qué” hago lo que hago o digo lo que digo, puede ser escurridizo y requiere que estemos presentes, y nos auto observemos sin excusas.
En la siguiente presentación se dan varios ejemplos que te servirán de guía para continuar con tu proceso de observar tu propio observador. Esta observación puedes hacerla después de ocurrida la acción o durante la misma.
Con preguntas como estas puedes ir conociendo el observador que estas siendo y, a partir de aceptar que eso es lo que te pasa, más fácilmente podrás hacerte cargo de lo que tienes que aprender. Tratar de identificar el motor que te mueve a reaccionar, es el primer paso para no dejarte condicionar por tus propias emociones.
En el artículo titulado “Autonomía responsable”, ubicado en las actividades, encontrarás otros ejemplos que te ayudan a comprender la importancia de conectarnos con las emociones mientras revisamos nuestras explicaciones. También te darás cuenta de la importancia de apoyar a tus colaboradores a que también lo hagan.
CREAR UN ESPACIO DE CONCIENCIA PARA ELEGIR
Como te diste cuenta por los ejemplos anteriores, toda emoción nace de una interpretación o explicación y desemboca en un impulso. Es decir, un tipo de reacción tiene su origen en un tipo de emoción que aparece después de observar lo que está pasando. Si no prestamos atención a nuestras emociones, estas secuestran nuestros valores sin que nos demos cuenta de ello. Por eso reaccionamos a los estímulos externos, como lo hacen los animales, a pesar de que, como seres humanos, contamos con la capacidad de reflexionar.
Los animales reaccionan frente a un estímulo, porque su respuesta viene del cerebro reptil, pero los seres humanos, además de este cerebro, tenemos el cerebro límbico, asociado con las emociones y los valores, y el neocórtex, que nos permite reflexionar y crear un espacio de conciencia donde reside nuestra capacidad de elección. Por eso toda acción por reacción es una acción sin reflexión.
¿Cómo se puede crear ese espacio de conciencia para ELEGIR en lugar de reaccionar al estímulo?
En la siguiente historia encontrarás la respuesta a esta pregunta, la cual es clave para crecer emocionalmente y actuar de manera responsable.
Desde la actitud proactiva del protagonista el estímulo es solo información. Esta información le permitió elegir como responder, para generar las consecuencias que deseaba y seguramente, de no lograrlo, se hubiera hecho cargo de dichas consecuencias con la cabeza en alto.
En la siguiente presentación encontrarás nuevos conceptos sobre la manera de crear ese espacio de conciencia, que te permita distinguir cuándo tus actuaciones son el producto de una reacción o de una elección consciente.
RESPONSABILIDAD Y RESILIENCIA
Las dos posturas -la de víctima o la de protagonista- antes vistas, que podemos asumir frente a lo que nos pasa en la vida laboral y cotidiana, también tienen que ver con las respuestas que damos de cara a las adversidades sean estas personales, familiares, organizacionales o sociales.
En el mundo VUCA la resiliencia es una cualidad que debe ser cultivada en individuos y organizaciones, para poder aceptar los diferentes riesgos de la existencia (colapsos financieros, abruptos cambios tecnológicos, crisis económica mundial, gripes pandémicas…), en lugar de resistirnos a lo que está pasando. Una persona y organización resiliente actúa con rapidez para superar cualquier riesgo de forma colaborativa, como la manera más efectiva de darle continuidad al negocio, mantenerlo en movimiento frente a cualquier desafío y salir fortalecido de las crisis.
Para conocer más sobre la resiliencia, puedes leer el magazine que encuentras a continuación…
CONCLUSIONES
La idea de la autonomía responsable no debe entenderse como sólo cumplir con las tareas de un rol y asumir retos u obligaciones, también conlleva saber escucharnos para tomar conciencia de las explicaciones que damos a los hechos. Como seres humanos, muchas veces, no somos conscientes del gran poder que tenemos cuando explicamos lo que nos pasa. Dependiendo sobre como narremos un suceso, en el cual hayamos intervenido, se abre un horizonte de posibilidades y se cierra otro.
Por eso, es necesario que primero el líder sea consciente de su nivel de responsabilidad para que pueda descubrir donde están sus oportunidades de desarrollo y, sobre todo, para que esté en condiciones de abrir espacios de confianza donde su equipo de trabajo pueda indagar, proponer y elegir sus respuestas sobre la base de valores compartidos. Cuando estas habilidades no se desarrollan primero en los lideres, se corre el riesgo de que los equipos de trabajo se mantengan en el rol de victima de las circunstancias, enfrascados en reprocesos y con pocas posiblidades de empoderarse y autogestionarse.
ACTIVIDAD 2. HACERNOS CARGO DE LAS EXPLICACIONES QUE DAMOS
Te invitamos a desarrollar la actividad 2. Leer el articulo "Autonomia Responsable" y el libro "Caleidoscopio del liderazgo transformacional”- capítulo 4 numeral 6. pp-180-183- . Te recordamos diligenciar totalmente tu Bitacora personal y al guardar el archivo, nombralo con tu nombre y apellido.